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L: Uy, pues como no te des prisa...
S: Qué hermosa amenaza. De todas maneras tú tienes mi dirección.
L: ¿Ah sí? ¿Viene en la carta?
S: La de mi cuartel por lo menos. Si me echas mucho de menos hasta me puedes venir a ver. A mí no me dejarían ir a España.
L: ¿No? ¿Entonces cómo pretendes que nos encontremos? Yo sí que no podría ir, no tengo dinero.
S: Pretendo que nos encontremos en España, ojalá me puedas esperar.
L: Esperar... No tengo nada que perder.
S: ¿Cómo es que de átomos y gotas de lluvia ahora eres capaz de esperarme?
L: Porque nunca busqué nada, siempre pensé que cuando algo fuera importante para mí valdría por sí mismo.
S: No creo que sea tarde para empezar, y por mí mismo anhelo ir a conocerte.
L: Esperaré entonces.
S: ¡Cuánto te debo doncella! No sabes lo feliz que me has estado haciendo hasta ahora, no tienes ni idea. ¿Cómo es que ya nadie habla del amor cuando presencio la manifestación más celestial del Eros?
L: Nadie habla del amor porque nadie lo siente.
S: Es verdad, pero poco habría que decir de él, si no te han descubierto a ti tambien. Nadie habría hablado del amor a través de los siglos si no fuera por musas que ahora son todas opacas por la noche más evidente. Las Beatrices, las Margaritas, las Lottes, todas oscurecidas.
L: Si mi inspiración no ha venido por otras musas, tendré que elegir una de entre todas ellas.
S: Quizá no necesite que me pertenezcas, pero si pertenecerte.
L: Está saliendo el sol aquí.
S: Y dicen que no hay nada gratis en este mundo.
L: De momento no te he pedido nada.
S: Por favor, sin crédito, que si es proporcional a lo que he obtenido jamás juntaré dinero para ir a verte.