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S: ¿Ya estás alimentada?
L: Sí.
S: Sabes, he sido injusto.
L: Dime.
S: No te he contado algunas cosas: El amor que he estado aprendiendo contigo es por primera vez algo que me haría despojarme de mis más orgullosas causas, por lo cual nunca había sabido que podría ser capaz de dejar tanto, y dejarlo como lo fundamental de mi vida. Me has hecho considerar al amor como el atlas que sostiene todo el mundo por sí solo, y es algo que jamás había sentido ni me explicaron los libros.
L: ¿Nunca habías estado enamorado?
S: Jamás había sospechado que existía tanta seguridad para rechazarlo todo en favor de algo tan preciado.
L: ¿Y qué es lo que no me has contado?
S: Si lo he estado, no así. Esa especie de síntesis la tengo demasiada cierta para mí, pero creo que no te la había descrito directamente.
L: No por ello has sido injusto. Me irás contando lo que quieras contarme poquito a poco.
S: Es que merecías saberlo, es lo menos que puedo pagarte por ahora.
L: No me debes nada, con que me digas que consigo que sonrias a veces cuando me piensas, la deuda, si es que hay alguna, está saldada.
S: No sólo sonrío con mi boca, de eso puedes estar segura. Es inevitable que no deje de estar embriagado por esta benevolente felicidad. No te preocupes. Aprovechando de confesarte algo, yo soy sumamente celoso como por una cosa biológica, pero estoy intentando asumir que por ti tendré que dejarlo porque creo en ti.
L: No tienes que temer nada.
S: Pero debo decirte que me costará y tienes que ayudarme. ¿Te parece justo?
L: Vale. ¿Cómo he de ayudarte?
S: No rechazándome por esa debilidad. La verdad es que estás en todo tu derecho de rechazarme, sólo apelo por un instante de tu misericordia.
L: ¿Cómo podría rechazarte? Siento que seas celoso porque yo soy muy cariñosa con mis amigos, pero en cierto modo también me alegro, porque eso significa que te importo.
S: Bueno, es lo que debo superar, y me hace de verdad feliz que por lo menos lo aprecies también.
L: Tiene su parte mala y su parte buena, así que me quedaré con la segunda.